Porkys,
Centinelas, Mars, Trolls y un BMW, "Son el reflejo exacto de que algo está
mal en México".
Uno
se esfuerza por cultivar el amor, pero los profesionales del odio tienen mucho
tiempo libre para propagarlo. Como si se tratara de un incendio forestal ,
nuestros esfuerzos parecen cubetitas de agua tratando de apagar algo que no
para de extenderse.
¡Ahora
resulta que los adolescentes no pueden ir a plazas comerciales o conciertos
masivos porque podría haber un grupo de imbéciles capaces de atacarlos sin
razón e incluso por la espalda! No solo lo leí o me lo contaron, sino que a un
jovencito hijo de amigos míos le pasó. Un chavito tranquilo, estudioso, dulce.
Lo dejaron inconsciente y entre otras cosas le rompieron la clavícula.
Uno
se pregunta, ¿dónde están y quiénes son los papás de los agresores, que también
son jóvenes? Uno piensa: es por esto que NADIE que no esté dispuesto a amar,
proteger y educar niños, debería engendrarlos.
Estos
jóvenes cobardes, sin sentido en la vida, sin ideales, violentos, necesitados
de atención, son hijos de alguien que, evidentemente, no los quiere.
A
la misma categoría pertenecen los “trolls” que insultan y amenazan
violentamente a mujeres en las redes sociales . Están tan avergonzados de ser
quienes son, que no se atreven a poner ni su nombre ni su foto. Alguien, alguna
vez, los convenció de que son una mierda y no dan para más. Se les olvida que
si lo deciden, aún pueden elegir una vida en la que no tengan que estar
enojados las 24 horas del día, odiando a la gente feliz. Una vida en la que
alguien los quiera y tenga algún sentido.
¡Ah,
pero la cosa no termina ahí! Los jóvenes torcidos hacen sus estupideces pero
hay otros, más viejos, en posiciones privilegiadas, que aportan su granito de
mierda. Aquellos que venden justicia a modo, como el ahora apodado “Juez Porky”
que –como si las mujeres no estuvieran suficientemente vulnerables en México–
ampara a un violador tumultuario, con unos argumentos que parecen reflexiones
de un adolescente calenturiento y machín que jamás estudió derecho. No quiero
repetirlos aquí. Ya hay muchas notas al respecto y aparentemente el juez está
temporalmente suspendido y bajo investigación.
Y
para acabar de rompernos el corazón…
De
todo lo anterior y otras cosas importantísimas, nos enteramos gracias a los
periodistas. Son ellos quienes nos guían para saber de qué y de quién debemos
cuidarnos. Normalmente, aquellos periodistas comprometidos, que investigan, se
arriesgan, y hasta se meten a zonas de conflicto, no son famosos pero sin duda
son indispensables. ¡Y los están matando! ¡Y los mecanismos de protección a
periodistas no están siendo eficaces! Y no hay suficiente solidaridad por parte
de los más reconocidos.
Algo
tristísimo es que dentro de su propio gremio hay muchos que trabajan en favor
de quien les paga, sin importar si es un criminal, un político corrupto, o
cualquiera que pueda dañar a la población, es decir, a todos nosotros.
¿QUÉ
NOS PASÓ?
Hemos
llegado hasta aquí por mezquinos.
Retomando
la analogía del incendio forestal, un primer imbécil tiró una colilla, pero
otro la vio y pensó: “No es mía. Que la apague otro”. Hasta que el fuego llegó
a su propia casa y entonces sí pensó que alguien debería ayudarlos a él y a su
familia.
Todos
tenemos que cuidar a los hijos e hijas de todos, como una manada de lobos. No
podemos seguir en este individualismo en el que solo nos importa lo nuestro. Si
no nos unimos por el bienestar común, el desastre general nos va a arrastrar
sin excepciones.
Ninguna
acción es pequeña. Todo sirve cuando hay una intención genuina de ayudar, de
solidarizarse. Bastaría con tratar bien a aquellos con quienes compartimos la
vida, el trabajo, el transporte, las calles, las redes. Pero de veras bien. Con
respeto. Poniéndonos en sus zapatos. Si aún no lo hacen, pruébenlo y verán lo
bien que se siente. Aunque sea a cubetazos hay que seguir dando la batalla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario