De
hinojos, atadas las manos sobre las espaldas, rodeados de militares y policías
enmascarados, los autodefensas michoacanos que no se sometieron a la voluntad
gubernamental no sólo fueron aprehendidos, sino humillados.
Para
que quedara claro el carácter ejemplar de su castigo, varios fueron trasladados
a un penal en Nayarit. Más lejos aún fue llevado su líder, el doctor José
Manuel Mireles. Como si fuera uno de los criminales a los que él persiguió, fue
enviado al penal federal de alta seguridad número 11, en las afueras de la
capital sonorense.
En
la costa michoacana, los policías comunitarios, muchos de ellos indígenas
nahuas, respondieron al agravio bloqueando la carretera que une al estado a
Guerrero y Colima. Algunos centenares de ciudadanos se movilizaron en Morelia y
otras ciudades de la entidad para demandar la libertad del médico.
Simultáneamente
se libró un nuevo pulso entre las redes sociales y la mayoría de los medios de
comunicación, tanto escritos como electrónicos. Mientras decenas de miles de
tuits con la etiqueta #LiberenaMireles expresaron la indignación ciudadana
contra la aprehensión, una furibunda campaña de prensa demonizó al vocero de
las autodefensas.
La
detención de José Manuel Mireles hizo evidente el fracaso de una estrategia que
buscó separar el comportamiento del comisionado Castillo de la política del
gobierno federal. El médico insistió una y otra vez en que su lucha no era
contra el gobierno, sino contra el crimen organizado.
Criticó
de manera sostenida y con amargura al comisionado Alfredo Castillo, pero fue
cuidadoso con el presidente Peña Nieto. La aprehensión de Mireles ha tenido, en
lo inmediato, un costo alto para el gobierno federal. De entrada, lo convirtió
en un justiciero inclaudicable, víctima de la intolerancia gubernamental.
Cuando
surgió como vocero de las autodefensas era un personaje de claroscuros. Lo
mismo firmaba pactos con las autoridades que se zafaba de ellos. Sin embargo, a
partir de ahora, para muchos, es un héroe sin matices. Su figura política
creció.
Es
ya una figura nacional. Por lo pronto, aunque no sea el único, es el preso
político más famoso del sexenio. Las campañas nacionales e internacionales para
pedir su libertad serán una molestia constante para la administración de Peña
Nieto. La notoriedad que no han alcanzado los policías comunitarios de Guerrero
injustamente detenidos, la tiene el doctor Mireles.
Para
sectores importantes de la sociedad, el mensaje que la administración de Peña
Nieto ha enviado es muy grave. Lo menos que se dice en las redes sociales es
que el gobierno está coludido con el narco y que la detención de Mireles lo
demuestra.
Él
está en la cárcel por no pactar con los malosos. Mientras La Tuta está libre,
el médico está preso. Costo adicional ha sido que los asuntos de inseguridad
pública e impunidad vuelvan a airearse en los medios masivos de comunicación.
Si
desde que llegó a Los Pinos, Enrique Peña Nieto ha buscado sacarlos de la
agenda pública, la aprehensión de Mireles los pone nuevamente en el centro del
debate. La paz de oropel que se quiso vender en Michoacán con bombo y platillo
está en entredicho.
La
detención de Mireles fue una medida del Grupo Atlacomulco para controlar
Michoacán desde abajo. Con el objetivo de manejarlo desde arriba, el pasado 20
de junio se designó a Salvador Jara, rector de la Universidad Michoacana, como
nuevo gobernador de la entidad.
Para
que no quedaran dudas sobre el origen de su nombramiento, en su discurso de
toma de posesión el mandatario dio las gracias al comisionado Alfredo Castillo
y al presidente Enrique Peña Nieto. Será, durante los 15 meses que le quedan al
frente del cargo, una figura decorativa, dependiente de Castillo y del centro.
Su
ventaja es que no pertenece a ningún grupo político. Su misión es desmantelar
la fuerza del ex secretario de Gobierno Jesús Reyna, recomponiendo el gabinete.
Podrá así cobrarse las afrentas que el hoy encarcelado le hizo cuando se
encontraba al frente de la rectoría.
La
primera opción de Alfredo Castillo para sustituir al gobernador saliente Fausto
Vallejo era el secretario de Seguridad Pública Carlos Hugo Castellanos Becerra.
Sin embargo, el priísmo local, en el que Jesús Reyna sigue teniendo gran
influencia aunque esté en la cárcel, no lo dejó pasar. Sonó así la hora de
Salvador Jara, con quien el comisionado Castillo tiene una excelente relación
personal.
Finalmente
los diputados del tricolor fueron llamados a la ciudad de México para recibir
línea. También dio su beneplácito. No en balde una de las primeras medidas de
Jara como rector fue poner al frente de la fundación universitaria a Cuauhtémoc
Cárdenas. Atrás quedaron los días en que Silvano Aureoles lo acusó de ser
priísta.
La
negociación final con los partidos fue exitosa. No obstante que la designación
de Jara es un claro atropello a la autonomía estatal, sólo dos legisladores se
abstuvieron de aprobar su nombramiento. Falta ver qué obtuvieron a cambio.
Como
rector, Salvador Jara chocó en varias ocasiones con los sindicatos y los
movimientos estudiantiles. Ante su falta de vocación negociadora, varias
huelgas estallaron dentro de la institución. Sus enemigos lo acusaron de que la
universidad era manejada por su secretaria Rosa María Alatorre. Nunca resolvió
el problema de las finanzas.
La
institución está en bancarrota. Sin embargo, supo navegar con éxito en las
aguas del perredismo y del priismo. La apuesta del comisionado Castillo por
controlar la entidad abajo y arriba está en el aire. ¿Tiene el control de las
otras autodefensas?
¿Va
a intensificarse la confrontación social? ¿El éxito de la etiqueta
#LiberenaMireles en las redes sociales estará acompañado de movilizaciones
ciudadanas más allá de Michoacán?
Si
no hay una respuesta social relevante a la detención de Mireles, ésta será el
punto de quiebre definitivo en favor de la estrategia de Enrique Peña Nieto en
la entidad, cualquiera que ésta sea.
Con
información de jornada.unam.mx
Donde hay que firmar? No encuentro ningún link. Favor de responder por favor¡¡¡
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